Cuando la diplomacia falla, todos perdemos

Mientras Estados Unidos y sus aliados celebran lo que consideran un “golpe quirúrgico” contra instalaciones nucleares iraníes, desde este lado del mundo solo podemos ver el rostro predecible del fracaso: cuando la palabra se agota, las bombas hablan.
El ataque lanzado por EE.UU. junto a Israel no solo destruyó infraestructura atómica, también sepultó años de esfuerzos diplomáticos que (aunque lentos y tensos) habían evitado un enfrentamiento abierto. ¿El objetivo? Impedir que Irán construya armas nucleares. ¿El método? Precisamente, responder con más armas.
Desde nuestra trinchera social y latinoamericana, esto no es solo un tema lejano de Medio Oriente: es un espejo de cómo el poder impone su lógica de fuerza cuando no consigue lo que quiere. Irán, con sus errores, también ha tensado la cuerda, pero su pueblo (como el nuestro) será quien pague el precio de decisiones tomadas desde arriba.
Nos toca aprender algo: la paz no se construye desde la guerra, ni la seguridad desde el miedo. América Latina, con su historia marcada por intervenciones, debería observar con atención y no con indiferencia. Porque cuando se normaliza la violencia de los grandes, se debilita la esperanza de los pequeños.
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