Las aulas ya no son refugio: entre el bullying, la crueldad y la impunidad

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Por Jaume Osante.- casi un mes de la tragedia de Carlos Gurrola, conocido como “Papayita”, vuelve a estremecernos una historia similar, esta vez en Sonora. Un estudiante del Conalep San Luis Río Colorado fue hospitalizado después de beber una botella con una sustancia que sus propios compañeros le ofrecieron como si fuera agua, que le provocóquemaduras de esófago y de no ser atendido rápido, hubiera perdido la vida. Lo que algunos calificaron como “broma” roza lo criminal, y refleja el nivel de descomposición social que ya se siente dentro de las aulas.

 

Este hecho no es aislado, sino síntoma de algo más profundo: la normalización de la crueldad. En un país donde las noticias de violencia se repiten como eco, los jóvenes comienzan a reproducir patrones sin medir consecuencias. Las escuelas, que deberían ser espacios seguros de aprendizaje y convivencia, hoy parecen escenarios donde la empatía es la gran ausente.

 

La madre del joven lo dijo con voz quebrada: “No quiero venganza, quiero justicia”. Y tiene razón. No se trata solo de castigar, sino de reconocer que estos actos destruyen vidas y dejan secuelas físicas y emocionales irreversibles. Es urgente que el sistema educativo —y también el judicial— asuman su papel con seriedad. Los menores responsables de actos crueles también deben enfrentar consecuencias proporcionales, no por castigo, sino por justicia preventiva.

 

México necesita revisar sus leyes y políticas para proteger a sus estudiantes, pero también rescatar valores humanos que hoy parecen en pausa. Porque si el aula deja de ser un refugio, ¿dónde aprenderán nuestros hijos a ser personas?

 

La crueldad no es un juego; la impunidad, tampoco.