23 junio, 2025

Altamira, Tampico y Madero: crónica de una tormenta que NO arrasó con todo

Por Jaume Osante.

En el sur de Tamaulipas, cuando el cielo decide abrirse sin tregua, no solo llueve agua: llueven angustias viejas. Lluvias que despiertan la memoria de inundaciones pasadas y que, por costumbre o por coraje, hacen que las autoridades se movilicen con el cuerpo, con la pala, con la palabra. Con el verdadero humanismo.

Altamira, Tampico y Ciudad Madero no esperaron que el agua tocara la puerta. Guste a quién le guste. La vieron venir y como se debe, se lanzaron a combatirla desde la raíz: canales, drenes, bombas, retroexcavadoras y también botas embarradas de lodo, sudor de trabajadores municipales que dieron todo, y la voluntad política que por una vez, no se quedó en narrativas huecas.

En Altamira, el alcalde Armando Martínez recorrió el sistema lagunario y dio cuenta del trabajo preventivo que, según sus palabras, evitó que más de 25 mil familias se inundaran. Una cifra que se antoja enorme, pero plausible si uno mira el tamaño del canal del Tajo, asfixiado de lirio y tule antes de que el ayuntamiento lo liberara.

Tampico, por su parte, tuvo en Mónica a una alcaldesa caminando entre charcos y no solo palabras. No ofreció discursos de estrado, ni poses para la foto, sino atención directa: miró a los vecinos a los ojos y los escuchó con atención. Eso (en medio del desastre) también es un alivio. Estuvo en las colonias más golpeadas, acompañada de su gabinete y de un mosaico de uniformes: Protección Civil, Ejército, Bomberos. No faltó nadie.

Y en Ciudad Madero, Erasmo González no dudó en empaparse. La lluvia ya llevaba días cayendo cuando él comenzó a recorrer la Hipódromo, Las Flores, 15 de Mayo, Benito Juárez… las colonias de siempre, esas que lo saben todo sobre cómo duele el agua. Ahí, con voz firme, instruyó la apertura de un paso en la barda de la refinería para que el agua encontrara salida. Una decisión pragmática, de esas que no siempre aparecen en los boletines, pero que salvan casas.

Espereme que no todo acaba aquí; en respuesta al colapso parcial del transporte en zonas anegadas, Madero refuerza la ruta Tampico-Playa con 11 unidades más. Esto busca garantizar la movilidad de miles de usuarios varados, especialmente en Álvaro Obregón, donde el acceso se volvió casi imposible.

Tres ciudades, tres alcaldes, un mismo temporal. Aunque distintas en estilo, las acciones tienen un común denominador: no dejaron sola a la gente. No se escondieron detrás de escritorios ni mandaron comunicados vacíos. Estuvieron donde tenían que estar: en la calle, junto al lodo, al miedo de las familias, al esfuerzo de todos.

Claro, no todo es perfecto. Hay reportes de zonas aún afectadas, de familias que siguen esperando ayuda y de sistemas de drenaje que no dan más. Pero en esta ocasión, la historia no es solo de desastre. También es de prevención, de coordinación, de liderazgo territorial que, ojalá, se vuelva costumbre.

Porque la lluvia seguirá cayendo (eso es inevitable),pero que nos agarre organizados, con la pala lista y el corazón puesto, es decisión nuestra. Lo que se juega no son puntos políticos, sino vidas, techos, mochilas escolares y colchones secos, esfuerzos invaluables de cada familia.

Y en esta crónica, al menos por ahora, eso sí se notó.

¿No me cree a mi? Pregunte a la gente real, fuera del color, del enojo, y de las falsas campañas, la gente real que recibió la ayudada este fin de semana.

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