Sembrar bienestar, cosechar esperanza

Por Jaume Osante
En el sur de Tamaulipas, hay señales que, aunque pequeñas en apariencias, son inmensas en su sentido y fondo. En días donde la desconfianza y el hartazgo se asoman a la vuelta de cada esquina, resulta fundamental destacar cuando un gobierno —o varios a la vez— decide no sólo administrar, sino también acercarse, ensuciarse los zapatos en tierra firme y mirar de frente a la gente.
Así sucedió en Tampico, donde la alcaldesa Mónica Villarreal Anaya encabezó una de esas jornadas que suelen pasar desapercibidas para muchos, pero que para quien vive en la colonia Luis Donaldo Colosio significó alivio, escucha y un respiro. La Jornada de Bienestar no fue sólo un acto protocolario ni una estrategia de imagen: fue una muestra real de política social en territorio. Consultas médicas, verduras gratis, reparación de electrodomésticos, venta de abarrotes baratos… ¿cuándo fue la última vez que se vio algo así sin requisitos, sin papeleo, sin burocracia?
No se trata de aplaudir por costumbre, pero sí de reconocer cuando las cosas se hacen bien. Porque llevar el gobierno a las colonias no debería ser novedad, pero lo es. Mónica Villarreal no se conforma con administrar desde un escritorio, sino que apuesta por tocar las fibras de la vida cotidiana, esa que no siempre llega al boletín pero que define la percepción ciudadana.
Y mientras Tampico siembra presencia social, Altamira florece como una capital cultural inesperada. El LVI Congreso Nacional del Instituto de Investigación y Difusión de la Danza Mexicana trajo consigo algo más que música y color: trajo dignidad a una ciudad que muchos veían sólo como industrial. El alcalde Armando Martínez Manríquez dejó claro que Altamira no es solo maquila y movimiento de carga, también es historia viva, identidad, hospitalidad.
Recibir a representantes de 28 estados para celebrar el folclore nacional es un acto poderoso. En un país donde el norte muchas veces queda al margen de la narrativa cultural, Altamira se plantó con firmeza para recordar que la cultura también nace entre el concreto y el acero. Y lo mejor: la derrama económica, tan necesaria para el comercio local, llegó sin necesidad de megaproyectos ni deuda pública. Llegó bailando.
Pero no todo es tradición o bienestar asistencial. En Ciudad Madero, el turismo también habla por sí solo. Playa Miramar —“la playa de todos”— volvió a rugir en esta temporada vacacional, atrayendo a más de 100 mil visitantes en apenas una semana. No es poca cosa: son miles de familias que dejaron atrás su ciudad de origen para disfrutar un destino que hoy presume seguridad, orden y limpieza.
El presidente municipal Erasmo González Robledo ha entendido que gobernar un sitio turístico no solo implica mantener bonita la postal, sino garantizar que detrás de cada foto haya esfuerzo, planeación y cuidado. El Operativo de Seguridad Turística con guardavidas certificados, personal de la Guardia Estatal, SEDENA, Tránsito y más, no es un adorno. Es una apuesta seria por consolidar a Miramar como un destino que respira confianza.
Además, la rehabilitación de la Unidad Deportiva en Madero, anunciada con entusiasmo por el propio alcalde, es un recordatorio de que el deporte es un derecho, no un lujo. Esos espacios públicos que tanto urgen para alejar a las juventudes de entornos violentos o indiferentes, hoy están siendo rescatados no como promesas futuras, sino como realidades que ya se ejecutan.
Y volviendo a Tampico, no podemos dejar de mencionar el gesto humano y valioso del DIF municipal al integrar a los menores de Casa Hogar en su Campamento Deportivo. Niños que quizá han enfrentado más obstáculos que cualquiera, hoy tienen historias de vacaciones felices que contar. El simple hecho de participar en fútbol, beisbol o artes marciales representa una victoria silenciosa sobre el olvido. Porque sí, la ternura también es política pública.
¿Qué nos dicen en conjunto estas acciones? Que sí se puede. Que cuando se quiere, se puede tener gobiernos cercanos, sensibles y eficaces. Que no todo está perdido si se elige gobernar con empatía, si se escucha más y se presume menos. Que los municipios —ese primer eslabón donde la política toca carne y hueso— pueden ser faros en medio del desencanto.
Claro, aún falta mucho. Tampico necesita más colonias atendidas, Altamira debe seguir fortaleciendo su infraestructura turística y cultural, Madero tiene que sostener esa seguridad que hoy presume. Pero ahí va el sur de Tamaulipas, no por la vía de los reflectores nacionales, sino por la ruta más difícil: la del trabajo silencioso y continuo.
Por eso, cuando se habla de transformación, no hay que pensar sólo en grandes reformas o en narrativas de poder. La transformación también está en acercar una consulta médica a quien no puede pagarla, en ofrecer verduras gratis a una abuela que cuida a sus nietos, en dar cancha a un niño que nunca ha pateado un balón nuevo, en permitir que Altamira baile con México.
Que el bienestar no sea un eslogan, sino una siembra diaria. Porque sólo así, sembrando bienestar, cosecharemos esperanza.
¿Usted que opina?