Veracruz entre promesas y silencios: ¿una gobernadora alejada de la realidad?

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Por Jaume Osante

 

Cuando escuchamos discursos como el de la gobernadora Rocío Nahle, resaltan proyectos grandilocuentes: ampliación del puerto, carretera Pánuco–Tempoal, las Camionetitas de la Salud, respaldo de la presidenta Sheinbaum… Todo suena bien. Pero al analizar con lupa, surgen grietas profundas que apenas se ocultan tras el brillo del eslogan “Veracruz avanza”. En realidad, muchas de esas iniciativas siguen siendo promesas vacías..

 

Especialistas advirtieron desde el inicio que Nahle asumiría el gobierno en un estado “mal gobernado y abandonado”, con déficit grave en seguridad, corrupción, infraestructura y salud pública. Hasta ahora, la rehabilitación de carreteras prometida sigue sin cronogramas detallados y sin avances medibles, lo que para muchos muestra que el discurso aún no se traduce en obra tangible.

 

Peor aún, una crisis humanitaria reciente expuso con brutal crudeza las contradicciones del gobierno. El secuestro, tortura y muerte de Irma Hernández Cruz, taxista y maestra jubilada de 62 años, puso al descubierto que la extorsión criminal opera con impunidad en varias regiones del estado. Aunque la gobernadora aseguró que la causa del deceso fue un infarto —argumento respaldado por un dictamen oficial— esta versión fue recibida como fría y desconectada del dolor ciudadano. No bastan protocolos: se necesita empatía y responsabilidad real ante víctimas de violencia. ¿Dónde queda el humanismo?

 

El manejo del caso generó un choque comunicativo: mientras la presidencia reconoce el hecho como homicidio y exige esclarecimiento, Nahle calificó de “miserables” a quienes enfocaron la crítica en los medios y no en la víctima. Esa sobreactuación mediática recuerda el estilo confrontativo heredado de administraciones anteriores, más defensivo que constructivo. Así, la ciudadanía se pregunta si las autoridades realmente escuchan o solo replican un guion político hueco.

 

Entonces, ¿qué pasa con la corrupción y la rendición de cuentas? A pesar de los discursos de combate al robo y a la opacidad, su administración ha enfrentado denuncias por enriquecimiento ilícito, uso indebido de atribuciones e incluso el uso de vehículos presuntamente robados en eventos de campaña. El candidato opositor José Yunes Zorrilla presentó denuncias formales por irregularidades en su patrimonio valuado en decenas de millones de pesos. Nahle respondió que una mansión valorada en más de 30 millones era rentada, pero la respuesta no despeja dudas.

 

Además, el nepotismo y favoritismos locales han sido mencionados como herencias persistentes en municipios como Poza Rica o Cazones. Durante una visita a la zona norte del estado, Nahle evitó responder directamente sobre esas denuncias y abandonó la rueda de prensa, dejando una imagen de evasión ante un asunto urgente.

 

La seguridad sigue siendo el talón de Aquiles. A pesar de la instalación de mesas locales en Coatzacoalcos, Minatitlán, Orizaba y Córdoba, los índices criminales no muestran mejoras claras. Mientras tanto, el crimen organizado, mantiene su dominio notable en zonas rurales, alimentando una violencia silenciosa contra la población más vulnerable.

 

En contrastre, su narrativa pública enfatiza la eliminación de casetas y la digitalización gubernamental como muestra de modernización y combate a la corrupción. Todo esto luce bien en el discurso, pero resulta insuficiente ante el desencanto ciudadano que exige resultados reales, no parches tecnológicos sin impacto social claro.

 

Con elegancia y firmeza, podemos reconocer la presencia femenina histórica de Rocío Nahle en la gubernatura, y el respaldo político de figuras como Claudia Sheinbaum. Sin embargo, no debemos permitir que el símbolo opaque la exigencia ciudadana: Veracruz exige justicia, transparencia, infraestructura funcional, seguridad digna. No solo anuncios.

 

Es hora de exigir que el liderazgo se traduzca en verdad y transformación real, no en glamour o retórica hueca. Veracruz necesita con urgencia que el bienestar y la justicia estén por encima de alianzas políticas o discursos bonitos. Y si el liderazgo no responde a esa demanda, es justo exigir responsabilidad. La sociedad veracruzana merece algo más que palabras bonitas: necesita gobernantes que respondan con hechos verdaderos y sensibles.